Nuestro

MANIFIESTO

Antes de convertirse en el reconocido restaurante y centro de eventos que es hoy, fue la finca de recreo donde María Teresa Londoño Ochoa pasó su niñez acompañada de sus padres y sus hermanos. Con el tiempo, se casaría con Juan Manuel Ospina, un hombre apasionado por la jardinería —igual que ella— que le propuso abrir un vivero. Así fue: esa finca donde había crecido se llenó de flores y plantas, de vida.

Después, se convirtió en una casita de 5 por 5 metros donde vendían pandeyucas, pandebonos, pandequesos, empanadas y chocolate caliente y entonces, la casita se llenó de gente, de vida.

Luego, el menú se amplió y la casita seguía llena de familias, de amor, de vida. Pasaron los años y los árboles crecieron, las familias siguieron visitando aquella casa amarilla de ambiente cálido, llegaron los eventos y matrimonios de 40 o 50 personas, cerraron el vivero pero abrieron un par de salones, remodelaron.

Aquella casita creció y con ella, el equipo de trabajo: ya no son dos señoras cocinando delicias, son 35 personas atendiendo con un servicio impecable; ya no hay vivero pero hay dos salones al aire libre, con capacidad para 200 personas, rodeados de flores, plantas, mucho verde, lucecitas en los techos.

Está también la casa, mucho más grande que antes, con otros dos salones para eventos pequeños y acogedores, con el piso en madera, lámparas y mobiliario antiguos, ventanas que evocan el pasado. Una casa con un aura que sobrepasa el tiempo.

Desde un brunch hasta una cena formal, todos los eventos en Chuscalito tienen un toque campestre, fresco, natural.

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Aquella casita creció y con ella, el equipo de trabajo: ya no son dos señoras cocinando delicias, son 35 personas atendiendo con un servicio impecable; ya no hay vivero pero hay dos salones al aire libre, con capacidad para 200 personas, rodeados de flores, plantas, mucho verde, lucecitas en los techos.

Está también la casa, mucho más grande que antes, con otros dos salones para eventos pequeños y acogedores, con el piso en madera, lámparas y mobiliario antiguos, ventanas que evocan el pasado. Una casa con un aura que sobrepasa el tiempo.

Desde un brunch hasta una cena formal, todos los eventos en Chuscalito tienen un toque campestre, fresco, natural.

Una magia característica que solo se encuentra allí, porque ese encanto también tiene que ver con la dicha que reflejan todas las parejas que eligen este lugar, la sensibilidad particular que tienen para descubrir detalles en lo cotidiano, la manera tranquila de brindar por su amor.

Está claro que celebrar un matrimonio en Chuscalito es entender que lo importante está en manos de expertos: el servicio de alimentos y bebidas está incluido en el lugar. A esto se le suma un acompañamiento y asesoría personalizada, una hada madrina, María Elvira Ospina Londoño. Ella disfruta haciendo presencia en las bodas que atienden, de principio a fin.

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